“A mi me parece que

antes de emprender el viaje en busca de la realidad,

en busca de Dios,

antes de actuar,

antes de tener cualquier relación con otro (…)

es esencial que comencemos por

comprendernos a nosotros mismos”

KRISHNAMURTI

 

 

La mayoría de personas, por no decir todas, vamos “pasando” o “corriendo” por la vida portando una sensación en las entrañas familiar y compartida. Un vacío que no se termina de llenar con nada. Con el tiempo a todos se nos formula la pregunta que, con vida propia, emerge desde nuestro estómago abrasando nuestra consciencia:

¿Quién soy?

¡Qué narices hago yo aquí!

¿Por qué tengo la sensación de no estar donde tengo que estar?

Siéntete afortunado cuanto esto suceda. Es la señal de que algo maravilloso está a punto de sucederte. El disparo de salida de una aventura apasionante. Una expedición para “encontrar-te”.

Si estás en ese momento, si tu cuerpo te pide a gritos respuestas a estas interrogantes, camina conmigo.

Vamos a descubrir un nuevo mundo. El tuyo.

Como seres humanos, evolutivamente compartimos los mismos “miedos” o inquietudes universales si bien, cada uno tiene su particular forma de verlos, reconocerlos, canalizarlos y expresarlos. Pero igual que todos disponemos de distintos mecanismos o filtros que serían conveniente erradicar, también poseemos muchas potencialidades sobre las que apoyarnos en este proceso de crecimiento.

Esos filtros muchas veces, condicionan el desarrollo y expresión de nuestras potencialidades razón por la que se hace imprescindible, por más que resulte inquietante, realizar un viaje hacia nuestro interior cuyo destino final es acceder a nuestra verdadera naturaleza, la esencia de nuestro ser, que permanece libre de todos los mecanismos y defensas adquiridas por nuestra “persona” a lo largo del ciclo vital.

Por tanto la decisión más importante que podemos tomar por nosotros mismos es comenzar a observarnos sin juicios de valor, con honestidad y por supuesto con amor, para descubrir los mecanismos de nuestra personalidad que constantemente están castrando nuestra verdadera libertad de elección de vida.

Te propongo comenzar con un ejercicio para ello. Elige un lugar en el que puedas estar tranquilo y ya sea con lápiz y papel o en tu ordenador, trata de dar respuesta a estas preguntas:

–  Recuerda esos momentos tras los que supiste que tu vida, nunca volvería a ser la misma. ¿Cuáles han sido los momentos decisivos en tu vida? ¿Qué traumas has experimentado? ¿Qué logros has conseguido? ¿Cómo reaccionaste a esos traumas y consecución de logros? ¿Cuánto tiempo te duró esa reacción?

Y por otro lado,

– ¿Quiénes han sido las personas mas importantes de tu vida? ¿Quiénes te han apoyado y alentado en tu crecimiento? ¿Por quiénes te “has sentido” herido/a? ¿A quiénes has tomado como modelo a imitar conscientemente?

– ¿Con qué obstáculos te has encontrado? ¿Cómo te has terminado sintiendo siempre en tus relaciones interpersonales? ¿Y en tus relaciones de pareja?

– ¿Cuánto se parece la vida que imaginaste para ti y la que vives en la actualidad? ¿De que manera crees que contribuyes a todo lo que te sucede, tanto lo que entendemos como “bueno” como lo que vivimos como “malo”?

Obsérvate mientras lo realizas.

– ¿Cómo te has sentido al realizar este ejercicio? ¿Te han surgido nuevas cuestiones? ¿Has descubierto alguna tendencia o patrón?

En todos los casos, la «herida luminosa», de la que hablaremos en breve, se hace presente. Y a partir de ese descubrimiento y la puesta en marcha de nuestro vehículo: «nuestra consciencia«, podemos comenzar a trabajar.

Continuamos caminando…

©Tania Evans