Todas las ilustraciones y personajes son propiedad de Joaquín Salvador Lavado (Quino)

Me encanta como Quino viene a reflejar en pocas palabras uno de los grandes problemas que tenemos los países industrializados. Nos hemos trasformado en una sociedad “medicalizada”. Ahora, al mínimo contratiempo, queremos nuestra pildorita de la felicidad.

El trasfondo de todo esto tiene dos direcciones.

Primero, la excesiva facilidad con la que se recetan psicofármacos fomenta todo tipo de adicciones a los mismos. Esto por un lado, enferma a la población y por otro, ayuda a difuminar sintomatologías que nos pueden estar hablando de problemas de base mucho más grave que un estado de ánimo bajo.

Si a esa tendencia a medicar ante la más mínima muestra de malestar, se le añade el hecho de ser mujer, la posibilidad de que salgamos con un montón de recetas, se multiplica exponencialmente.

Tras la revisión de un buen número de artículos científicos relacionados con adicción a los psicofármacos y violencia de género, la conclusión a la que una llega es que, efectivamente, hasta la salud tiene género.

Los médicos, y algunos de ellos lo reconocen abiertamente, ya sean mujer u hombres, tienden a recetar más rápidamente y en mayor cantidad, todo tipo de psicofármacos a las mujeres.

La justificación parece ser el hecho de que la mujer, expresa con mayor facilidad que el hombre su malestar subjetivo y acude con mayor frecuencia a las consultas de atención primaria, entre otras cosas, porque todavía es quien asume la carga de llevar a los niños, cuidar de los mayores y hasta acompañar al marido que “no gusta de ir solo al médico”.

La realidad es que, si bien los profesionales de la salud tienen una gran responsabilidad y son lo que tienen la última palabra, en cuanto a que son los facilitadores de los productos, nosotros también la tenemos. Se ha instaurado el hábito de “reclamar” ciertas medicinas a nuestros médicos porque “la toma alguien que conocemos y le sienta muy bien” o porque la “he tomado anteriormente y me ayudó.” Esto llega al punto que los médicos por no discutir, entre otras cosas, debido a la presión asistencial que tienen en cuanto a tiempo, extienden la receta.

Por esto la reflexión que quisiera plantear tiene que ver en parte con la segunda dirección que toma este problema.

Nuestra RESPONSABILIDAD

a la hora de afrontar el día a día,

con sus más y sus menos.

Hay que trabajar con uno mismo en profundidad. Crear nuevas estrategias de afrontamiento y fomentar las que tengamos. Aprender de los errores y seguir adelante con la cabeza despejada.

El mensaje en definitiva no es otro que,

no hay que tener miedo de mirar hacia adentro,

de ampliar la conciencia de uno mismo,

(una competencia emocional fundamental).

de ajustarse y reajustarse

cuando sea necesario.

Sólo así, podremos hablar de avance y VERDADERA INTEGRACIÓN Y RECUPERACIÓN de los avatares de la vida.