Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación,

nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos.

Viktor Frankl

¿Cuantas veces hemos escuchado a alguien cercano quejarse de como otra persona le hace sentir, de lo egoísta que es, manipulador, caprichoso y un montón de lindezas más?

Seguro que muchas, demasiadas…

Incluso puede que hayamos pronunciado esas mismas palabras nosotros mismos.

Asumimos que la persona es así y que somos sujetos pasivos, que nada pueden hacer, salvo aguantar el temporal y salir lo mejor parados.

En otra ocasión hablaremos sobre lo erróneo de emplear frases como «Me haces sentir» «por tu culpa» y similares pero hoy, quiero compartir otra reflexión.

Tener presente que SIEMPRE  hay algo que podemos hacer ante cualquier situación.

Elijamos ser sujetos activos en nuestra vida.

Ejerzamos el poder que tenemos para cambiar las cosas.

¿Como?

En primer lugar, recordando que las personas aprendemos por las consecuencias de nuestros actos.

Si alguien «caprichoso» continúa teniendo a todos a su merced, ¿por qué habría de cambiar? Sólo lo hará en el momento que alguien le ponga límites, impidiera la manipulación privándola de los posibles beneficios de su conducta, contribuyendo finalmente con ello, a que se tambaleen las bases de su comportamiento egoísta.

Y en segundo lugar, olvidamos que flaco favor hacemos al no poner límites por las razones que sea: miedo, pena, lástima, costumbre…

Sólo le negamos a la persona en cuestión, la oportunidad de aprender y cambiar.

Es cierto, no podemos cambiar a nadie a voluntad. ¡¡Menos mal!!

Las personas cambian sólo si detectan la necesidad de hacerlo.

Y es justo ahí, donde SI podemos hacer algo, mucho. Cambiando lo único sobre lo que SÍ tenemos control, nuestra conducta.

Cuando uno cambia, el entorno se transforma.

¿Te animas hoy a cambiar el mundo?