(Los dos cerebros I)
Mi filosofía de trabajo se basa entre otras cosas, en la creencia y defensa absoluta de nuestra naturaleza holística, donde tierra y cielo, se unen conformando los seres maravillosos que somos. De ahí que a la hora de un abordaje terapéutico, se hayan de tener siempre en cuenta todos los aspectos implicados, dotando a cada una de las partes un peso e influencia por igual, sin prevalecer ninguna sobre otra porque, y esto es importante, del equilibrio de todas ellas proviene la salud. Sucede en la vida misma, si nos vamos a los extremos y somos muy terrenales o muy espirituales, nos perdemos y al romper el equilibrio, caemos en picado.
Hoy nos vamos a acercar a la parte más física de nuestra naturaleza: nuestro cuerpo, el que nos sostiene y nos transporta. Casi siempre el gran olvidado hasta que nos grita tan fuerte que ya no podemos ignorarlo.
Según mi entender, desde bien pequeñitos, aprender y comprender nuestras diferencias como hombres y mujeres debería ser asignatura indispensable en las escuelas. Educar para la equidad viviendo la diferencia. Ello nos llevaría a crear vínculos más sanos y relaciones más satisfactorias, equilibradas y duraderas.
Porque ¿todos tenemos claro que hombres y mujeres somos diferentes?
Puede que si pero quizá no conocemos tan bien el origen de esas diferencias, cómo influyen en nuestra conducta y por ende en nuestras relaciones, ya sean de pareja, de padres o madres a hijos o entre amigos y compañeros de trabajo.
En esta ocasión vamos a dejar a un lado todo aquello que hayamos podido heredar de nuestros antepasados y las experiencias del ciclo vital de cada uno y como nos afecten, para centrarnos en algo que la ciencia ha demostrado ampliamente: mujeres y hombres procesamos de manera diferente la información procedente de nuestro entorno, generando una realidad femenina y otra masculina que muchas veces, por desconocimiento, entran en conflicto.
¿A qué se debe esto?
Nuestros cerebros son diferentes desde el momento de la concepción. Si bien, todos tenemos cerebros femeninos hasta la octava semana de gestación, momento en el cual las hormonas comienzan a efectuar su influencia creando los circuitos específicos de cada género. Las diferencias comienzan en el cerebro y son reforzadas por la cultura y la educación.
¿Significa que no tenemos libre albedrío y que estamos condenados por nuestras hormonas?
¡Claro que no! Como bien nos dice la mayor experta en este tema Louann Brizendine “Si sabemos cómo dirige nuestros impulsos un estadio cerebral biológico, podemos decidir cómo actuar, o no actuar, en lugar de limitarnos a seguir nuestras compulsiones”.
Por tanto, conocer nuestra biología nos ayudará a dejar de pensar que estamos perdiendo la cabeza y ¡nos hará libres!
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