La paradoja de la dependencia revela que cuánto mas eficiente es la dependencia mutua de dos personas, mas independientes y audaces se vuelven estas.

Para ponernos en situación y entender esta afirmación, tenemos que hacer un poquito de historia.

Entre los años 20 y 40 existía la creencia generalizada de que “los padres tenían que mantener cierto grado de distancia con sus hijos y la convicción de que el afecto físico debía dosificarse al máximo.” Los expertos afirmaban, que así criarían personas autónomas, seguras de sí mismas e independientes. Al no recibir un exceso de amor materno, no sentirían apego por nada ni por nadie y desarrollarían recursos que les permitirían centrarse más en cualquier actividad, ya fuese lúdica o laboral. Esto se entendía como un factor protector para llegar a ser adultos sanos.

Pero entre 1950 y 1960, M. Ainsworth y J. Bowlby realizaron diferentes estudios cuyos resultados mostraron que no importaba cuan bien atendidos estuvieran los niños, si el componente afectivo no se encontraba presente  o era insuficiente, los niños terminaban padeciendo retraso físico, intelectual, emocional y social. Hoy conocemos las conclusiones de estas investigaciones como la Teoría del apego.

Según esta primera investigación y todas las que le siguieron, “el apego constituye parte integrante de la conducta humano a lo largo de toda la vida”, pudiendo clasificar también a los adultos en función de su estilo de apego.

La diferencia entre los niños y los adultos, es que “nosotros somos capaces de mayores niveles de abstracción, de modo que la seguridad de contar psicológica y emocionalmente con nuestra figura de apego, puede reemplazar a la necesidad infantil de tenerla cerca físicamente en todo momento.”

¿Quién no desea disfrutar de un vínculo estrecho y de saber que nuestra pareja estará ahí cuando la necesitemos?

Sin embargo, hoy en día desde el movimiento de la “codependencia” iniciado en un principio para trabajar en el terreno de las adicciones y después absorbido por el mundo de la “autoayuda”, se tildan de patológico ciertas conductas que no lo son y que tienen una “verdad biológica”: el ser humano tiene grabado en sus genes la necesidad de compartir la vida con una figura especial y no tiene nada que ver, con lo mucho o poco que nos queramos o con lo realizados que nos sintamos.”

Hay que diferenciar cuando estamos en una situación de abuso que nos está perjudicando y de la cual, no nos sentimos capacitados para salir y cuando, por el contrario, están activados nuestros mecanismos de protección naturales relacionados con la generación de vínculo. En definitiva, con la supervivencia, ya que el ser humano, como ser social, necesita del otro para sobrevivir. La capacidad de la pareja humana de convertirse en una unidad psicológica, nos ha dado una gran ventaja en la competición por la supervivencia a lo largo de la evolución. Saber reconocer las emociones del otro, sentirlo parte de uno, hará que invirtamos el uno en el otro, beneficiando a ambas partes.

Y no son opiniones personales. Son muchos los que han demostrado a lo largo de los años cómo, tener a nuestra pareja cerca, contar con su presencia y su apoyo, nos ayuda a afrontar mejor el día a día con todas sus situaciones amenazantes. Un buen ejemplo puede ser el Dr. James Coan quien demostró que, “cuando dos personas mantienen una relación intima, ambas regulan el bienestar emocional y psicológico de la otra. La proximidad física y la unión afectiva con la pareja influye positivamente en nuestras reacciones en situaciones de estrés. “

En otras palabras, sentir al ser que amamos cerca, ¡es el mejor relajante natural! Nos calma, nos da la seguridad que todos podemos perder en situaciones dolorosas. Y desde esa base de seguridad que encontramos en el hogar, nos lamemos las heridas y lanzamos de nuevo al mundo. Reconocerlo y saber disfrutar de ello, es un regalo.

Pero para vivirlo así, hay que verlo como lo que es, una paradoja: una relación de dependencia que lejos de empequeñecernos, nos hace grandes. Ya que el poder afrontar nuestra vida desde la autonomía muchas veces nace de la seguridad de saber que contamos con alguien que nos apoya.

La premisa básica de la  teoría del apego adulto se resume en: “si quieres coger la vía de la independencia y la felicidad, busca a la persona idónea de la que depender y transítala a su lado.»

Nuestra evolución desde que llegamos a este mundo, necesita de la interacción con los otros. Y esto es así, hasta que decimos adiós a esta experiencia, al menos en este plano de existencia. Por ello, es imprescindible conocerse, saber cuales son nuestras necesidades afectivas, saber cómo nos relacionamos con el otro desde estas necesidades y así, no comenzar relaciones que resultarán dañinas para nuestra salud.

Conocernos para elegir personas con las que podamos crecer desde la base que da un vínculo sano, donde la fortaleza y el amor son ingredientes imprescindibles.

Abrazos de corazón a corazón, hoy desde la lluvia de Madrid.

Tania

Y en breve…

Para amar sin paracaídas, conoce tu estilo de apego.

¿Quieres saber cuál es el tuyo? 

¡Encontrarás las respuestas en el próximo post!