En la mayoría de los casos, hablar de determinados temas es motivo de conflicto y uno corre el riesgo de ser juzgado por mantener una opinión, independientemente de lo bien argumentada que esté y de las muchas evidencias que sustenten su postura ante la situación a debate.

Hablar de violencia de género, que no, violencia contra la mujer (son cosas distintas y las iremos comentando), denuncias falsas, custodias compartidas o síndrome de alienación parental SAP, se ha de hacer siempre, desde el conocimiento de las leyes y la realidad y, lo más importante, con el máximo respeto a las personas que VERDADERAMENTE están siendo víctimas de abusos.

Precisamente, por ellas, comienzo esta serie de artículos en los cuales iré aportando mi experiencia personal y profesional, mis conocimientos y los de compañeros expertos en otras áreas como el derecho.

A lo largo de los años, he sido voluntaria en diferentes organizaciones. En una de ellas, las personas a las que ayudábamos eran mujeres que habían sufrido violencia por parte de sus parejas. Recuerdo una conversación con una de las supervisoras que se me quedó grabada.

Me estaban describiendo el perfil de las personas a las que se acogía y se me ocurrió preguntar:

– Y ¿cómo se comprueba que realmente han sido víctimas de ese tipo de violencia? ¿Se realiza alguna valoración al respecto?

Me miraron como si hubiera cometido un sacrilegio. No entendía nada.

En todos los estudios serios al respecto, se hace necesario comprobar la evidencia de los testimonios ya que, es muy sencilla la SIMULACIÓN y lamentablemente se produce con frecuencia. Sobre todo teniendo en cuenta, los dispositivos que se activan a partir del momento en el que se produce la denuncia y las consecuencias y estigmas que suponen, tanto para la persona denunciada, como para sus hijos y familiares.

Creo que ser cercano no está reñido con ser riguroso y que la única forma de garantizar la protección a las verdaderas personas que están sufriendo cualquier tipo de violencia, es asegurándonos que nadie utilice las leyes que las protegen para su propio beneficio.

Y para dejar claro que el único objetivo es contribuir a despertar la reflexión con respecto a lo que está sucediendo en nuestro país, para que en un futuro no muy lejano, podamos erradicar el mal uso de las leyes que nos protegen, no me importa desnudarme y mostrar mis propias heridas.

No soy una mujer que viva ajena a lo que se sufre del lado de la violencia.

Yo, la he vivido.

Cuando tenía veintiún años, tuve una relación muy complicada. No recibí malos tratos físicos. Sin embargo, tal fue el maltrato psicológico que recuerdo claramente como un día me encontré mirándome al espejo, deseando que él me hubiera golpeado, para tener una muestra real de que, lo que estaba sucediendo no era fruto de mi imaginación.

Llegué a un punto en el que era incapaz de vestirme para salir a la calle. Dejé que me anulara por completo, que me aislara. Viví con miedo mucho tiempo.

En una ocasión en la que acudí a comisaria, lo único que me dijeron es que con una persona con el perfil de mi pareja, lo mejor que podía hacer era llevarme bien. Si, así funcionaba entonces.

Ahora nos hemos ido al otro extremo y creo que los extremos son, permitidme el juego de palabras, “extremadamente peligrosos” porque siempre, perjudican a personas inocentes.

Afortunadamente, aunque no tuve ayuda, pude salir de esa relación e ir rehaciéndome poco a poco.

Y , se puede regresar del infierno y tener una vida nueva y plena. FELIZ

A lo largo de los años he venido escuchando y viendo situaciones verdaderamente dramáticas. He visto a hombres llorar porque sus mujeres les habían dejado prácticamente en la calle amparadas en la ley y no contentas con ello, les impedían ver a sus hijos o éstos no querían verlos por todo lo que se les había dicho de ellos. A muchos de estos hombres los habían acusado de violencia de género con todo lo que ello conlleva como iremos viendo, o simplemente, les habían amenazado con hacerlo si no cedían a sus peticiones.

Y esto nos lleva a lo más importante: nuestros hijos, los hombres y mujeres del mañana. A quienes se utiliza como moneda de cambio, como arma arrojadiza para pagar las frustraciones de sus progenitores. Y nos olvidamos que la infancia es la base de todo.

Si queremos adultos sanos necesitamos niños felices, que vivan la infancia como tal, protegidos por quienes deben hacerlo.

Os dejo unas palabras de OSHO, que describen lo que nos encontramos muchas veces en consulta. Ese gran vacío con el que vivimos la vida, al que es tan difícil de acceder para sanar y que se genera en los primeros 7 años.

Comenzamos. Despertemos conciencias.

Tania Evans

      “Sigues echando de menos algo, algo que sabes qué es pero que has olvidado. Un recuerdo borroso, perdido, y el hueco no solo es un hueco, es una herida, duele. Porque tú, al nacer, trajiste algo al mundo y lo has perdido en alguna parte y parece imposible poder encontrarlo de nuevo en este universo abarrotado. Pero a menos que lo encuentres, tu vida habrá sido en vano; una desgracia, un sufrimiento, un fútil anhelo, un deseo sin sentido, una sed que sabes no puede ser apagada. Este es el mayor crimen que comete la sociedad contra todo niño, ningún otro crimen puede ser mayor.  Destruir la confianza de un niño es destruir su vida entera, porque la confianza es tan valiosa que en el momento que la pierdes también pierdes el contacto con todo tu ser. La confianza es el puente entre tú  la existencia. La confianza es la forma más pura de amor”.

OSHO, The New Dawn