Un día “de la noche a la mañana”, buscas los piececitos de tu hija o hijo para darles un mordisco cariñoso y descubres que ya no están. En su lugar encuentras unos pies grandes y desconocidos que no terminan de encajarte en su cuerpecito.

Te invade una sensación de vértigo porque,  aunque todavía no eres consciente del todo, tú inconsciente ya ha entendido lo que pasa: ha comenzado la transición, nuestra niña o niño, está dejando de serlo. Su camino a la adultez ha comenzado. 

Entonces, comienzan a desbordarte las dudas, la mayoría derivadas de los propios estereotipos atribuidos a esta etapa de la vida: la edad de la rebeldía, de la desobediencia, del pasotismo. Pero, ¿es esto realmente así?

Pues no, no necesariamente. Ante todo, tenemos que tener claro que “no hay adolescencia, sino adolescencias y adolescentes”, Castillo, G. (2004)

La adolescencia es el proceso de hacerse mayor, del camino hacia una autonomía responsable en la que el objetivo es conseguir la adultez psicológica y social. Y que esto se consiga va a depender de la capacidad que vaya adquiriendo nuestro adolescente a raíz de como gestione los obstáculos que vaya encontrando en su camino.

Y es aquí donde los padres y madres tienen que tener especial cuidado.

Lo más importante y a la vez difícil es “no sustituirlos en esta travesía”. Tenemos que dejarles que asuman responsabilidades, que se equivoquen y que a veces se caigan. Solo así conseguiremos que sean adultos sanos preparados para disfrutar plenamente de la vida.

Esto no significa que seamos meros espectadores. Nosotros, padres y madres, tenemos el gran reto de “educarles”, no de equivocarnos por ellos. Por tanto, cómo hagamos las cosas a partir de ahora, contribuirá en gran medida a que este periodo cumpla el objetivo que tiene:

preparar a nuestros hijos para afrontar la vida con todos los recursos posibles.

Es importante saber que esos recursos que menciono, no se traducen en tener más estudios que nadie o poseer una mejor posición social. El éxito no es solo conseguir un buen estatus o un alto nivel económico, que no necesariamente correlacionan. Cuántas personas hay que lo tienen todo y son extremadamente infelices.

Lo que marcará el “éxito” es el haber conseguido una buena identidad personal, tener un claro sentido de pertenencia, poseer una autoestima estable y como no, haber desarrollado una buena inteligencia emocional.

Y esto solo se consigue a base de dejarles ejercitar las nuevas capacidades que van adquiriendo como la reflexión, el sentido crítico, el razonamiento, la autonomía moral, que puedan tener su intimidad, que comiencen a crear vínculos nuevos de amistad y que nosotros como padres y madres, nos alejemos de los modelos autoritarios impositivos, de las muestras de incomprensión, de la falta de respeto hacia sus ideas o creencias, hacia sus cosas, de la impaciencia ante “sus ritmos” y de la desconfianza que les mostramos aun cuando no han hecho nada para que la hayamos generado.

Está claro que hay que saber cómo hacerlo para que no se nos vaya de las manos y para ello tenemos que tener claro que los padres y madres, en este sentido, podemos no ser siempre autosuficientes y no «fustigarnos» por ello, ya que nadie nos da un manual cuando nace nuestro hijo sobre como ser padres. Es positivo y necesario aprender a pedir y aceptar ayuda para prevenir o en todo caso, cuando la situaciones que se nos planteen lo requieran.

Recordemos que “Para amar y para educar, hay que conocer” .

Por tanto dejemos a un lado las ideas preconcebidas de esta maravillosa edad repleta de oportunidades y seamos un apoyo real para nuestras hijas e hijos.*

*Si tienes preguntas o dudas sobre situaciones que estés viviendo ahora mismo con tus hijas o hijos adolescentes, pregúntame, estaré encantada de responderlas.