Las menciones que anhelamos

no se encuentran en otros lugares o personas.

Sólo nosotros mismos podemos obsequiárnoslas,

pues en nosotros habitan,

en el calor de nuestra alma.»

John O´Donohue

Cuando somos niños, creemos que TODO es posible. La curiosidad nos invade y dirige nuestra conducta. Es precisamente esa cualidad, la que nos hizo evolucionar como especie.

 

Nada de astronautas, astrofísicos, neurobiólogos, son los NIÑOS los mayores exploradores del cosmos.

 

Y ¿qué nos encontramos en consulta? Que este bien tan preciado para la humanidad, por el desarrollo que supone para el ser individual, viene siendo castrado diariamente transformando a los hombres y mujeres del mañana en un conjunto de reducidas partes de si mismos. Sub personalidades que serán las que dirigirán sus conductas y por tanto, sus vidas, convirtiéndolos en meros seguidores de otros o repetidores de los discursos de siempre, que nada nuevo aportan. Ya que sin curiosidad, no puede existir la creatividad.

 

Cuestionar y castigar la curiosidad de un niño, es castrar su alegría.

Privarle de la energía que le llevará a conseguir avanzar en la vida siendo el hacedor de su destino.

Visualizad a un niño llorando porque su mamá le dice que es un pesado o un cansino por estar preguntando constantemente qué es esto, qué significa aquello otro.

¿Podéis imaginar cómo se siente una, cuando le encuentra desbordado de esa tristeza profunda, fruto de la idea imbuida en sangre, de que es un pesado por querer aprender en su vida cotidiana que ES, donde en realidad se CRECE y se APRENDE?

Y paradójicamente, cuando el mismo niño en el colegio no saca nueves y dieces, se le califica de TONTO y VAGO, profetizando que si con 5, 6 o 7 años no saca mejores notas, será un desgraciado que no podrá ganar dinero y por tanto, vivirá en la indigencia.

Esto es real y sucede más de lo que podáis imaginar.

Tras conseguir que el impulso asesino que te invade en ese instante en el que ves a un niño roto en tus brazos no te consuma, y te reconectas de nuevo a tu ESENCIA, COMPASIVAMENTE observas la situación en su conjunto y VES cómo, la que habla no es la madre, sino la niña herida que integro esas creencias y exigencias, y confirmas, cómo se perpetúan, uno tras otro, los ciclos en los que todos somos niños heridos en cuerpos adultos. Entonces, ¿quiénes educan a nuestros hijos? Aquí viene algo que seguro no es noticia sino una confirmación de lo que ya intuimos o sabemos: nada más y nada menos que nuestros niños y niñas interiores desde el exilio.

Pero a un niño pequeño, no le puedes explicar que su mamá o su papá están heridos y que por eso, le hablan así.

Por eso, los problemas de conducta en niños no se trabajan en los niños en sí. A ellos hay que devolverles a su naturaleza esencial, su bondad y curiosidad innatas con todo el amor del mundo, del terapeuta pero, ineludible y necesariamente, de sus cuidadores principales, sobre los que se sostiene todo su universo.

Papá y mamá tendrá que trabajar con sus propios niños internos para evitar no generar más heridas de las inevitables a sus hijos, aquellos a quienes dicen querer más que a nada en el mundo.

¿Pero cómo amar a otro cuando el interruptor del amor hacia uno mismo esta en “off”?

No sirve aquello de “no voy a repetir lo que mis padres me hicieron”, “yo voy a ser diferente”, “no me parezco en nada ellos”. Si fuera tan fácil… sería maravilloso. Pero no lo es.

¿Por qué?

Porque una cosa es lo que queremos o deseamos y otra los recursos de que disponemos para llevarlo a cabo.  Si nuestros niños interiores se encuentran heridos y en el exilio, nuestra primera tarea como nuevos o futuros padres, es sacarlos de allí y sanarlos. Porque es en sus heridas, donde quedó atrapada, la curiosidad, la alegría, la risa, la capacidad de amar y de desarrollar un amor incondicional por uno, por los demás y por la humanidad.

Lo bueno, que eso SI SE PUEDE HACER.

Solo es necesario verlo, reconocerlo, aceptarlo e iniciar el camino.

Dicen que la motivación es algo que ha de provenir de nuestro interior, que si no no sirve. Pero en mi opinión,  cuando eso no es viable, qué mayor motivación (energía para movernos en una dirección) puede existir que poder dar a nuestros hijos, lo que anhelamos recibir en nuestra infancia viviendo en el presente, en el aquí y el ahora AMANDONOS y AMÁNDOLES, así, con mayúsculas. Pues bien, para conseguir esto que SI SE PUEDE,

¡Nuestros niños interiores y todo el “ejercito” que creamos para protegerlos, nos esperan!